Si me hubieran dicho diez años atrás que tendría una escuela de artes marciales y que yo sería la maestra de esa escuela, no lo hubiera creido. Mis modelos de lo que era ser un maestro se encontraban en las familias que conocía (incluyendo la mia), mi propia experiencia dentro del sistema público y privado en mi educación formal, la enseñanza religiosa dentro de los dos sistemas principales en que vivo, el sistema de ley y orden de la sociedad y cultura que me rodea, mi propios maestros en el arte (unos más cerca y otros más lejos). Hoy, a tres años de estar a cargo de un dojo o escuela de artes marciales me doy cuenta que no es suficiente esa experiencia. Y lo que es más importante, no es la forma en que quiero ser como maestra... (continuará).
Sensei Myriam
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