En mi vida en el arte he participado de muchos seminarios. Y de cada uno de ellos he aprendido aspectos técnicos. Pero, siempre ha habido enseñanzas de otro tipo en el interactuar con mis compañeros. Estando en un ambiente diferente al usual de todos los días en el dojo, la experiencia del seminario saca hacia afuera temores a los que debo enfrentar en el momento. Preguntas como:
¿podré hacer el seminario?, ¿estar a la altura?, ¿podré protegerme de las caidas fuertes?, ¿me lastimaré?.
Estas y otras asaltaban de vez en vez mi mente. Reconozco que me exigía demasiado.Y si, también me sentía insegura de mi misma.Aún no sabía que lo único que tenía que hacer era ser yo. Pero, eso lo llegué a entender luego de varios años. La mayoría de los que participan en los seminarios son jóvenes o son adultos jóvenes. Yo era, y aún más hoy soy parte, de los "seniors" aikidokas. ¿Por qué me exigía tanto?. Nosotros los seres humanos tenemos la mala costumbre de comparanros con otros. Es un hábito aprendido desde la escuela. Siempre nos están comparando y establecientos gradientes entre unos y otros. A veces empieza tan temprano como en nuestros círculos familiares. No habían muchos practicantes de edad avanzada...y aún los que habían los veía hacer cosas para luego salir cojeando. Yo no podía hacer eso. Mi sentido de preservación me decía: "¡Ni te atrevas!". Por mucho tiempo peleé con pensamientos de inadecuacidad. Sin embargo, los echaba a un lado por el momento y continuaba con mi entrenamiento....Y a cada seminario del cual participaba llegaba con el alma fria de miedo...
Sensei Myriam