viernes, 26 de noviembre de 2004

Disciplina... corrección... límites (4)

En mi trabajo como pediatra, en muchas oocasiones me encuentro orientando a los padres en asun-tos como el comportamiento de los niños, las rabietas y la disciplina. Les menciono que los niños necesitan límites claros y definidos. No tienen que ser leyes escritas en piedra, sin embargo deben ser consistentes. En su desarrollo requieren orden para crecer saludables.

Los niños en sus edades más tempranas utilizan sus vivencias para aprender. Toman en sus manos el objeto del cual se les pidió que no tocaran. Muchas veces sólo colocan la punta de uno de sus dedos en él. Miran disimuládamente al adulto... y de esta forma verifican si los límites van a sostenerse. Aprenden por experiencia. Esto es natural y la norma, apenas están comenzando a vivir y acumulan-do vivencia sobre vivencia que los ayudarán en el futuro a evaluar y tomar decisiones. Los adultos, ya tienen destrezas y habilidad de razonar, abstracción, comprensión, entre otras destrezas, verifi-can y comparan cada experiencia con las ya vividas y sus consecuencias, para determinar si la situa-ción presente es adecuada o no. Algunos de los criterios que el adulto toma en consideración para juzgar y/o evaluar incluyen sus valores, principios, prioridades y necesidades particulares. Entonces,
él o ella actua.

¿Qué sucede cuando las normas del dojo no se siguen?. El proceso de aprendizaje sigue y continua su curso...vienen las consecuencias. La sensei, luego de haber primero orientado a los estudiantes en cuanto a lo que se espera de ellos, actuará según sea el caso. A veces, se sentará privádamente con el estudiante a inquirir las razones de su comportamiento. Se espera una respuesta. Y no me refiero a palabras, explicaciones o excusas.... sino a acciones que corrijan el error. Si el estudiante no toma acción... entonces ella actuará...

En el dojo hago énfasis a mis estudiantes en el hecho de que este proceso no implica que se les está juzgando. Todos cometemos errores en un momento u otro... y todos podemos rectificar el error. No somos ni bueneos o malos. Símplemente somos....y mis acciones ni me añaden o me restan valor. Todos somos iguálmente valiosos. Y en una vida... no será sólo uno el error que podamos cometer. Lo importante es qué hacemos luego del error...eso es lo que hace la gran diferencia. Tengo una pequeña pizarra en la pared en frente a mi escritorio en la oficina. Allí hay un pensamiento que escribí hace un tiempo y que dice:

"Mis decisiones me han traido hasta aquí...
Iguálmente, mis decisiones me sacarán de aquí".
mcr
(continuará...)
Sensei Myriam

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