Esta es una pregunta que de vez en cuando debemos hacernos. Es importante re-evaluar a lo largo de nuestro camino el curso y la dirección que llevamos. Nuestro dojo tiene ya tres años de haber abierto sus puertas a la enseñanza. Y diria que estamos casi a mitad del camino de nuestros primeros yudanshas. Hay un grupo de estudiantes que han estado conmigo desde sus primeros pasos en el arte. Otros, viejos compañeros, entrenan con nosotros y próximamente harán su examen de primer dan. Ambos grupos son parte de la visión que siempre tuve de lo que sería este dojo. Los primeros formados desde sus inicios conmigo. Los segundos, amigos de un camino anterior y a los cuales hemos ofrecido nuestra casa para que completen esta primera etapa del sendero. Para ambos hemos querido ser... facilitadores. Recuerdo haberle dicho en una ocasión a otro amigo, que no lo invitaba a nuestros entrenamientos de los domingos porque me considerara su maestra. No, los invitaba porque son mis amigos.
Siempre ha sido mi visión el que nuestro dojo mantenga una política de inclusión. Nuestras puertas están abiertas al esfuerzo sincero. La exclusión no es parte de nuestra filosofía. No quiere decir que no haya tenido que negar algunas peticiones de admisión. Pero, han sido las menos. No es el momento de entrar en las razones de por qué lo hice. Quizás algún dia lo haré pero, no hoy. Nuestro dojo abre sus puertas a estudiantes de todas las edades, los géneros, capacidades y habilidades físicas. Porque creo fírmemente que el Aikido tiene algo que ofrecer para todo el mundo. Yo soy testigo de lo que digo. No soy la más fuerte, la más ágil, ni la más rápida para aprender. Sin embargo, estoy aquí. Ofrezco lo que el Aikido me ofreció a mi... una oportunidad de encontrarme a mi misma en el arte.
A tres años de haber abierto nuestras puertas para servir... continuamos en el camino y nuestras puertas se mantienen abiertas para los que quieran caminar con nosotros.
Sensei Myriam
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