domingo, 24 de octubre de 2004

Me decido por la paz...

El sábado en la noche, luego de los exámenes salimos a comer y a celebrar los logros del dia. En esta ocasión no fui en mi automóvil y acompañé a uno de mis estudiantes hacia el lugar donde íbamos a compartir. Conversamos de muchas cosas en el viaje. Quiero compartir una de ellas con ustedes...

Según va transcurriendo el tiempo mis estudiantes van avanzando en rangos y en conocimientos. Esto, añadido al hecho de que algunos de ellos han expresado el deseo de ser maestros me hace pensar en el proceso de la enseñanza. Y también en cómo llevar la disiciplina y el orden del dojo. No sólo les estoy enseñando Aikido. Me encuentro también enseñándoles como enseñar a otros. Ya no afecto sólo a los que vienen a mi dojo. Estoy, en forma indirecta afectando a aquellos a quienes ellos van a enseñar. Y ésto me coloca en una posición de mucha más responsabilidad.

He estado trabajando con pensamientos como los siguientes:
¿Cómo guio a mis estudiantes en cuanto a disciplina?. Siguen las instrucciones por miedo o por respeto?. ¿Cómo me gano el respeto de mis estudiantes?. ¿Realizando técnicas explosivas y lanzándolos a dos, tres, cuatro pies de distancia?. ¿Qué otros apectos además de la fuerza determinan el respeto a un maestro?.

Hay muchos estilos de enseñar y de aplicar disciplina. Yo he visto a maestros gritar a sus estudian-
tes. He visto a maestros burlarse de algunos estudiantes porque son diferentes. He visto a maestros que sólo señalan faltas. He visto maestros que nunca reconocen cuando el estudiante hace bien el trabajo. He visto maestros que se mantienen distantes de sus estudiantes y nunca expresan lo que sienten hacia ellos.

Me hago estas y otras muchas preguntas como: ¿Por qué vienen al dojo dia tras día?. ¿Qué los motiva a realizar los cambios necesarios para entrenarse?. ¿Cómo los voy a motivar yo?. ¿Qué busco de ellos?. ¿Qué espero de ellos?. ¿Cómo lo voy a obtener?.

El resultado de mis cavilaciones es el siguiente:

No es el "látigo" el que da el mejor resultado. Con mano de hierro el estudiante podrá llegar al final pero, lo hace por miedo y no es ésta la mejor forma de practicar el arte de la paz. Tendremos siempre un estudiante contensioso y listo a probar cuán fuerte es nuestra mano. La mano permisiva del "cada cual por la libre" y a su manera lo que invita es al caos. El arte se pierde en la interpreta- ción por la libre donde no hay una base firme de disciplina o respeto mutuo. ¿Cómo llegar al punto medio, al balance y a la armonía?.

Tengo primero que descubrir quién soy y dónde estoy parada. Tengo que tener claro mis motivaciones e intenciones en lo que hago. Siempre conciente de mis virtudes y debilidades. Y que de la unión de ambas se depura quién soy. Y entonces decidir...

Y he decidido por la paz...(continuará).
Sensei Myriam

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