sábado, 3 de septiembre de 2011

De víctimas y victimarios....¿y qué tiene que ver con el Aikido?

Ahora si, me trajo un artículo de Stanley Pranin muchos recuerdos de mi caminar en el Aikido y que deseo ventilar a riesgo de ser malentendida. Asumiendo el riesgo plénamente y con conciencia aquí voy.

Comencé a entrenar ya adulta y teniendo prácticamente ninguna habilidad física para hacerlo. En otras palabras comencé como dicen por acá "from scratch". Necesitaba de una actividad física para comenzar a integrar mente y cuerpo. Reconozco que lo más que me llamó la atención acerca del aikido fue su filosofía de paz y armonía. Y me lancé a la aventura.

El proceso fue uno difícil y retante además de iluminador. Me ayudó a entender mi cuerpo, en realidad más, me ayudó a habitarlo. Poco a poco, comencé a vivir lo que mi maestra de arte años más tarde nos invitaba a experimentar con la frase, "en sus cuerpos". Habitarnos, residir en este espacio limitado que es una cabeza, un tronco, dos brazos con sus manos y diez dedos, dos piernas con sus pies sosteniendo y conectándonos con la tierra. Todos tenemos un cuerpo pero todos somos diferentes en la estructura y experiencia de ese cuerpo.

Mi experiencia al principio era exhilarante y divertida, me sentía torpe y perdida. Había vivido mucho tiempo desde afuera y ahora me tocaba aprender a vivir con conciencia desde adentro de este cuerpo. Y ahí, precisamente ahí comenzó la tarea de entender el concepto de límites o lo que en inglés llaman "boundaries". ¿Hasta dónde permito que me hagan?. ¿Y hasta donde estoy yo permitida hacer?. En el aikido ofrecemos nuestros cuerpos para entrenar y practicar. Se nos hacen técnicas y lanzamientos y aprendemos a defendernos de ellos aprendiendo a caer, rodar y ceder. Si ceder al control porque de otra forma se nos lastimaría excesívamente. Fue en esta dinámica del toma y dame que aprendí a diferenciar entre el tacto suave y sutil y el fuerte y brutal ...continuará.

mcr

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